Fin de semana en familia.
Llevábamos casi un mes sin tener más de seis horas seguidas los cinco juntos. Así que alcanzamos el fin de semana con unas ganas enormes de disfrutar de unos días en familia.
Más de una vez lo he dicho, pero a mí, La Granja me devuelve la vida. No en vano es donde conocí a mi marido, donde he pasado momentos inolvidables, donde me casé, donde está nuestro primer hijo, mis abuelos, nuestros seres queridos. No es nuestro pueblo, porque nadie de nuestras familias ha nacido en él, pero es lo más parecido a donde están mis raíces. Donde generaciones de ella han disfrutado de sus pinares, de su gastronomía, de sus otoños, y de sus primaveras.
En ella somos familia. Aprovechamos cada minuto.
Hemos prescindido hasta de la televisión, se estropeó y no queremos arreglarla ni comprar una nueva. Los niños juegan en sus cuartos, juntos o por separado, hacemos desayunos eternos en la cocina, con tazones enormes de colacoa y torta de anís o pan tostado. Leemos, o simplemente miramos por la ventana del salón desde la que se ve toda la montaña, desde El Chorro a la Silla del Rey. Paseamos por el río, o pasamos horas muertas en El Tiro. Cocinamos a fuego lento, y se nos queman los bizcochos porque tenemos un horno que no tiene termostato. Tardes con los niños en bici, con sus amigos, hijos de los nuestros desde que teníamos su edad. Historias que se repiten.
En La Granja descubrimos bichos, hojas, animales. Disfrutamos de los abuelos. Pasamos horas eternas haciendo construcciones de lego. Baños con más espuma que agua. Vecinas que te traen comida casera, o productos de su huerta. Mermeladas del ciruelo que plantó su padre hace setenta años.
En La Granja celebramos. Celebramos cumpleaños, de pequeños y de los más mayores. Bodas, bautizos. En La Granja crecemos, nos hacemos adultos, nos enfrentamos a los momentos más duros de nuestras vidas, pero también a los más bonitos.
Cuando subo el Puerto de Navacerrada bajo las ventanillas del coche, y les digo a los niños que huelan el campo, el olor de los pinos, de la tierra, tal y como hacía mi madre con nosotros, y a ella su padre. Porque me gustaría que mis hijos hagan lo mismo el día de mañana con los suyos.
Por eso escogemos La Granja, para estar los cinco juntos. Porque es especial, porque nos volvemos a sentir familia, porque disfrutamos de la que hemos formado y de la que pertenecemos cada uno.
Ahora hemos cogido fuerzas.
¿Te quedas con ganas de saber más sobre nuestra vida en La Granja? Aquí te dejo los post que he escrito al respecto.
Besos
Hola Esther. Te acabo de encontrar y ya te sigo! Me encanta como escribes y la sensibilidad que tienes y reflejas en tus palabras. Un beso
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A mí me pasa lo mismo con mi pueblito, que no es mío pero como si lo fuera. Un día nos tenemos que juntar por allí, que no estamos muy lejos no?
beso grande
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Yo también voy allí 😉
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Que maravilla Esther, es un sitio precioso. Eres muy afortunada por poder tener un lugar asi. Me alegro que hayais disfrutado juntos. Muchos besos.
Carmen
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te entiendo, me pasa lo mismo con el Escorial ¡qué haría yo sin ir!
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La Granja es muy bonita, pero con tanto recuerdo supongo que lo será aún más. Me encantan los fines de semana de no hacer nada, solo disfrutar en familia. Mirar por la ventana o hacer bizcochos que se quemen… precioso
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Qué bonito Esther!un beso enorme, Anaxx
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Siempre me ha gustado La Granja, pero después de este artículo creo que aún más y que lo veo más allá del palacio, fuentes, jardines y judiones. Ya tenemos plan para la semana que viene. Gracias. Victoria.
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que bonito todo lo que cuentas de la granja!!!!!!!!! la verdad que es un sitio precioso y si ademas esta lleno de recuerdos y viviencias es aun mas especial!!!!!! Esos desayunos me dan una envidia!!!!!!!!! muchos besos y feliz comienzo de semana!
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